Jeremías

Jeremías es considerado unos de los profetas mayores, es considerado mayor no por su importancia sino por la extensión de su libro ya que este consta de cincuenta y dos capítulos.

Jeremías provenía de una familia de sacerdotes que vivían en Anatot en la tierra de Benjamín. Su llamamiento lo narra al iniio de su libro (Jer 1,5) donde Dios le dice que desde antes de nacer ya lo conocía y lo había consagrado y destinado a ser profeta de las naciones.  Jeremías se excusó diciendo que era solo un muchacho, a lo que Dios le responde: “No les tengas miedo porque yo estaré contigo para protegerte”(Jer 1, 8),  Y también le dice:  En este momento pongo mis palabras en tu boca (cfr. Jer 1, 9), así Jeremías es hecho profeta. En adelante dirá la palabra de Dios, y esto no significa que Dios le dictará siempre lo que debe anunciar, sino que a partir de ese momento pensará y sentirá como Dios.

Jeremías comenzó a recibir la palabra de Dios en el año decimotercero del reinado de Josías. Como profeta de Dios, exigió la conversión del pueblo y profetizó la invasión babilónica de Jerusalén, los habitantes de Judea habían quedado profundamente afectados por la derrota y la muerte de Josías, desconfiaban de la bondad de Yahvé por lo que buscaron refugio en los ídolos y en la fingida piedad del templo.  Jeremías entra en escena en el momento en que Israel se refugia en la protección infalible que le aseguran su Dios y su templo y es perseguido porque niega que Dios se identifique con un templo de piedra, lo mismo ocurrirá con Jesús y sus apóstoles cuando declara “Destruyan este templo que yo lo reconstruiré en tres días” (Jn 2, 19; cfr. Mt 26, 61).  Ambos se refieren no a la construcción del templo sino al corazón que es donde debe habitar Dios.

Jeremías profetizó la destrucción de Jerusalén y del templo. Explicó que la catástrofe venidera se debía al pecado que afloraba en muchos aspectos: entre ellos, la temeridad de Josías al enfrentarse con Egipto; la precipitación de los nobles para elegir a Joacaz; los vaivenes constantes de Joaquín buscando la alianza más conveniente para él, pero no para el pueblo; la negligencia del culto del templo al no preocuparse por los problemas sociales; y, sobre todo, el interés egoísta de la clase poderosa que llevó al país a una guerra perdida de antemano.

La desolación de Judá no será fruto del azar histórico, sino de su pecado, por eso Jeremías exigía la conversión del pueblo, del rey y del templo. Por eso convertirse para Jeremías significaba abandonar el camino del orgullo. Concretamente: dejar de creer que una pequeña nación podía derrotar militarmente a la primera potencia mundial.  En nuestros días sería dejar de creer que nuestros logros son por méritos propios y que no necesitamos de Dios.

Sería bueno preguntarnos cuál es el pecado que actualmente nos está alejando de Dios, puede ser también el orgullo, la soberbia, el egoísmo. El pueblo creía que la presencia de Dios en el templo y la del rey en el palacio hacían de Jerusalén una ciudad invencible. Algunas personas hoy en día creen que por asistir al templo o prestar algún servicio ya están del otro lado, pero la fe no suple la falta de sentido común. El orgullo de la ciudad santa se tornó en locura al enturbiar su inteligencia y pensar que, por voluntad de Dios, su pequeño ejército derrotaría a Babilonia.

Hay que tener cuidado hermanos cuando leamos la Palabra, pedir siempre la asistencia del Espíritu Santo para no interpretar con nuestros pensamientos sino desde la fe.

La fe en Dios no suple la irresponsabilidad humana.

El profeta invita a la conversión, pide que el hombre se convierta a la sabiduría y habla de un retorno a la fidelidad que significa ante todo un cambio de corazón. La cumbre de su mensaje es el anuncio de la nueva alianza, nos habla en el capítulo 31 de muerte y ruina pues es necesario que desaparezcan todos los vestigios de una vida donde Dios está ausente, para que el corazón se abra a otra dimensión de la existencia humana. Es decir, nos está diciendo aquí que cuando decidimos seguir a Dios, es necesario un cambio radical en nuestras vidas. Después de la ruina del reino de Israel, el pueblo de Dios entrará en una nueva era. También en ocasiones nosotros necesitamos tocar fondo para abrirnos a la gracia de Dios, pero sobre todo debemos dejar a un lado todo aquello que impide que Dios ocupe el primer lugar en nuestras vidas.

Jeremías ha acompañado a Israel, desde un momento glorioso con Josías, hasta el invierno más oscuro de su existencia desterrado en Babilonia y perdido en Egipto. Por eso, Jeremías significa la presencia de Dios junto al pueblo que se precipita al abismo. El Señor nunca nos abandona, incluso cuando nuestra vida toma un rumbo equivocado; Dios permanece fiel junto a nosotros, esperando el momento en que volvamos a él.

El presente escrito fue tomado de la reflexión personal del equipo de presentadores del programa sabatino de radio Palabra y Vida coordinado por Jorge A. Cervantes Alday, y es transmitido en Radio Guadalupana (1240 AM) en Ciudad Juárez, México.

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